SE
HA MUDADO EL CIELO
Por
Eugenio Rodríguez
Despoblado
el cielo de ángeles, alas rotas, sandalias por el suelo, el gran Señor del
destiempo lanzó una última mirada a sus espaldas: la desolación se presentaba
como de pueblo abandonado, sobrevolado por ramajes secos de las viñas, un
silencio como de silbido en el trasfondo.
Tanto
reino de otro mundo había sido aquello, tanto descanso para todos los eternos, tantas
maravillas inimaginables hasta por los poetas más previsores: “Y tan larga vida
espero que muero porque no muero”, y con la dignísima distinción, elitista si
se quiere, de entrada limitada a sus adeptos.
Ahora
esta invasión de tecnología arrolladora de las almas, sus autopistas con
desechos de satélites, colonización de lo que llaman el espacio, lentes que no
dejan el descanso en paz, que no permiten el goce de la ausencia de deseos, la
liberación de menesteres.
"Mercaderes
salvajes, hasta acá osáis llegar --increpó contra el espacio, su voz ya sin
eco--. De cierto os digo: este cielo pasarán, pero mis palabras no
pasarán".
Entonces
se lanzó al vacío, vuelo en cruz. Y en punto negro desapareció.
Ahora
dicen mora mucho más allá, allende los millones de galaxias descubiertas por el ojo de la ciencia, al margen de todo
final y comienzo, inalcanzable aun a la velocidad de la luz. Allá, ahora dicen,
se ha mudado el cielo.
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